viernes, 4 de mayo de 2012

Hablemos de cine (Vol III)



FORD FAIRLANE


Mi fijación hacia determinadas películas roza el fanatismo. En ocasiones, un filme no ha de ser bueno para que se introduzca en lo más profundo de nuestro alma, sencillamente tiene que llegar en el momento preciso.

“Las aventuras de Ford Fairlane” refleja las peripecias de un detective de Los Angeles en esa época tan mágica y única que supuso el cambio de década de los años ochenta a los noventa. Un cambio musical y social gestado en parte en la que venía a ser la capital del mundo en esos momentos.

Ford Fairlane refleja en su personaje una chulería melancólica y rebelde de alguien que observa que su tiempo ha acabado, que a partir de ahora no será sino una simple silueta reflejada, a la manera de olvidados mitos cuya veneración ha pasado a mejor vida.

Ford Fairlane representa ese Los Angeles canallesco de la década de los 80, donde la vida se abría paso a cada recodo, en forma de bandas hardrockeras que tomaban las calles en conciertos improvisados. En forma de skaters que amedrentaban al peatón sobre sus tablas de velocidad. En forma de fiestas y bacanales de las estrellas de cine. Todo ello quedaría repentinamente silenciado (o notablemente apaciguado) con el cambio de década. Una tristeza descomunal comenzaba a asomarse tibiamente a través de las viejas colinas angelinas. Ya no habría tantos skaters en las calles, el star system de Hollywood variaría en parte su forma de proceder, y el arrrebato de pasión y vida representado por Guns´n´Roses y otras bandas locales estaba a punto de dar su relevo en el mainstream a los aullidos de dolor procedentes de Seattle y del movimiento grunge.

Ford Fairlane se rebela contra eso. La película no es sino una llamada de auxilio. Un grito de reivindicación de unos años que van a quedar atrás sin remedio, no porque hayan perdido una batalla, sino porque el rock´n´roll y la vida no son sino un flujo continuo de cambio y renovación. Si el nuevo modo de transmitir esa transgresión no va con nosotros, podemos retirarnos disimuladamente o podemos dar un puñetazo en la mesa.
 Esa última opción es la opción de Ford Fairlane. Por esa razón amo tanto esta película.


Joseba Gomez

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